Eran las ocho y media de la
mañana y Juan se encontraba junto al mar,
sentado sobre una piedra y con la mirada
perdida. Reflexionaba sobre la experiencia
vivida el día anterior,
-¡qué ridículo mas
espantoso hice Señor!- ,decía en voz alta
moviendo ambos brazos y mirando hacia el
cielo.
Fue macabra, grotesca y de muy
mal gusto, una gracia de la casualidad, ¡con
lo feliz que iba él a la fiesta disfrazado
de Fredy Crugger, el de "Pesadilla en
Helm Street"; con esa máscara
impresionante, ese jersey rojo con franjas
negras y con esa mano con uñas largas y
afiladas.
Pero aquel inoportuno rayo y
su posterior trueno causaron un gran apagón
en aquella zona de la ciudad y que el número
nueve se convirtiera en seis al caerle aquel
clavito y, por tanto, que se equivocara de
puerta, pero hubo más, mucho más.
Aquella puerta estaba abierta,
-pensé que era por la fiesta-, y entró, a
oscuras y gritando:
-¡Holaaa...! ¡ Ya estoy
aaaaquiiií! ¡he venido a por tiiiiiii!.-A
Juan le extraño un poco que hubiesen
encontrado tantas velas tan rápidamente,
cuando no hacía ni tres minutos del apagón,
y que estuvieran llorando y rezando todos a
la vez, -¡que nivel! -pensó, pero cuando
asomó esa carita por la puerta, aquella
gente enmudeció y con la simple luz de un
relámpago a través de la ventana y aquella
frasecilla de Juan repetida de nuevo fue
suficiente para aquello se convirtiera en una
gran estampida de elefantes, búfalos, yenas
y vacas.
La poca gente que no huyó en
aquel instante lo hizo minutos después al
restablecerse de nuevo el servicio
eléctrico, ¡hasta el mismísimo Juan!
Pero debía de tratar de
olvidarlo...
Esa mañana era una mañana
espléndida. El sol brillaba pero aún sin
mucha fuerza y de un color anaranjado. El
cielo, al igual que el mar, de un azul claro
y el agua , cristalina, transparente.
Allá en el horizonte se
divisaban varias barcas de pesca, inmóviles,
como pintadas en un gran cuadro. En la
orilla, las olas acababan su recorrido sin
casi fuerza.
Un hombre mayor paseaba por la
orilla junto a un perro. Tenía las trazas de
un vagabundo tanto el hombre mayor como el
perro que le acompañaba; su ropa era de
varios colores y cada una pertenecía a un
trozo mal remendado de otra prenda distinta y
por lo que le asomaba por el cuello, debía
de utilizar bolsas de plástico en lugar de
camisas. Se ayudaba de un palo para poder
caminar.
Atado por un cordel de
esparto, iba arrastrando al perro. Si, como
dicen muchos, las mascotas se parecen
bastante a sus dueños, esta, era una
verdadera copia; aquel perro debía de tener
bastantes años; el pelo ya se le había
caído, como a su amo, los colmillos
inferiores; amarillos y torcidos le
sobresalían del morro, también como a su
amo y, a falta de palo para poder caminar, le
faltaba un buen trecho de rabo aunque, su
amo, había conseguido adaptarle un
matamoscas al rabo con varias vueltas de
cinta aislante para que al menos pudiera
espantar las moscas u otros parásitos,
aunque más bien huían de aquel animal.
Al pasar junto a Juan le dio
los buenos días y aquel hombre y su perro
desaparecieron en la lejanía...
- Juan empezaba a
ponerse algo nervioso; aquellas
barcas que parecián inmóviles al
principio, ¡yá habian
desaparecido!. Miraba constántemente
el reloj de su muñeca, su amigo
inseparable Luis yá debía de haber
hecho acto de presencia pero, como
siempre, llegaba tarde a todo.
Luis era un tipo
simpático; muy fuerte y alto como su
padre y su madre pero también, con
un par de defectillos; no era lo suyo
utilizar la cabeza, salvo para
ponerse, de vez en cuanto, alguna
gorra, si es que encontraba alguna a
su medida, igual que su padre. Su
segundo defectillo era el más
difícil de disimular; lo feote que
era de cara; mirándole a lo lejos
era como mirar al viejo autobús de
línea, que no se sabe si va o viene;
como su madre.
Pero todo esto no le
importaba a Juan, lo importante para
él era la amistad y la lealtad y, en
esto, Luis era un verdadero campeón
de campeones.
Juan era todo lo
contrario a Luis; bajito, un tanto
debilucho pero, hábil, muy hábil,
tanto con las manos como con la
mente, al menos eso era lo que él
creía.
Se conocían hacía
bastante tiempo; casi desde la
infancia, juntos hicieron la mili y
juntos iban a todas las partes. Esta
era la enésima vez que intentaban
algo semejante; ambos estaban
ilusionados en hacerse ricos y
millonarios pero, éso sí, sin dar
golpe, aunque siempre acababan de la
misma forma: trabajando el doble y
sin cobrar ni un solo duro.
La idea de emprender
esta aventura surgió el jueves de la
semana anterior cuando ambos paseaban
por la calle sin ningún rumbo ni
dirección fija, como de costumbre, y
vieron, en el escaparate de una
afamada librería una especie de
manual con un título en letras
grandes y doradas que les abrió los
ojos hasta casi caérseles:
"Hágase rico
pescando en 24 horas"
Sin duda les venía
como anillo al dedo. Pero surgió un
nuevo problemilla: su alto precio, y
desde luego, eso iba a ser un gran
obstáculo pero, no podían
reprimirse a comprarlo. Debían de
encontrar una solución rápida.
-Mira... -le decía
Juan a Luis-,...creo que tengo la
solución..mientras yo distraigo al
librero, tú, pillas el manual y,
haciéndote el despistado, te lo
metes entre los calzoncillos y sales
de la librería...
-Sí, pero...¿cómo
sé si yo sabré hacerme despistado?.
-Tú de eso no te
preocupes, sé tú mismo.
-Ok.
Su plan fue perfecto,
la puesta en escena, sobresaliente;
ambos salieron de aquella librería
con el manual entre los calzoncillos
y además, aprovechando la ocasión,
con un libro de cocina para torpes y
otro sobre la cría y fauna de la
chinchilla ibérica.
Ninguno de los dos
tenía la más remota idea sobre el
arte de la pesca, pero no les
importaba, tenían aquel manual que
parecía estar bastante completo,
sobre todo por su precio y tenían
que arriesgarse porque aquello
merecía la pena.
Ya tenían el manual,
las ganas y tan sólo les faltaba el
resto, es decir, todo lo necesario
para poder afrontar esta aventura con
garantías: cañas, anzuelos, cebo y,
sobre todo, el bote, pero...¿de
dónde iban a sacar el dinero para
comprar todo aquello?.
¿Solicitar un
prestamo a un banco?...no.
Imposible.
¿Un atraco a mano
armada?...no. Peligroso.
Juan, de nuevo,
propuso la solución: utilizar el
mismo sistema empleado para conseguir
el manual, es decir: robar libros,
para luego empeñarlos, aquello
parecía sencillo y además daba
bastante dinero. Después, con el
dinero que hubiesen ganado tras la
aventura, los desempeñarían y se
los devolverían a sus respectivos
dueños. Sería un préstamo, eso
sí, algo forzado, pero un préstamo.
En tan solo un par de
horas, las librerías de la zona
fueron atracadas sin que apenas se
dieran cuenta. El sistema funcionaba
a la perfección y es que...¿quién
iba a sospechar que un tipo alto con
cara de idiota y otro bajito, medio
enclenque, fuesen los mayores
atracadores de la literatura
contemporánea?.
Al dueño de la casa
deempeños le dejaron tiritando, con
los forros de los bolsillos blancos y
vueltos del revés.
-
Capítulo III
El reparto en "La estampida"
Ahora, lo siguiente
era dividirse la lista de compras y
la mejor forma de hacerlo era tomando
unos refrescos y unas tapitas en el
bar, tranquilos y sin prisas. Fueron
al bar "La estampida", que
debía su nombre por la curiosa forma
que tenían sus clientes de abandonar
el local cuando llegaba la policía.
Ambos solían
frecuentarlo bastante y en el tenían
una cuenta abierta que casi nunca se
cerraba. Juan pidió un refresco de
cola y Luis un batido de chocolate
junto con una ración de caracoles
con tomate.
-Mira... -decía
Juan-,...como yá te conozco
bastante, tú te vas a encargar de lo
más facilito, es decir, de los
alimentos, de la bebida, de los
salvavidas y de la embarcación...
-¿Y tú? -preguntó
inconforme Luis mientras succionaba
el chocolate del interior de un
caracol...
-Yo me encargaré del
resto.
-¡Anda qué listo, yo
tengo que encargarme de los
alimentos, bebidas y embarcación y
tú tan sólo del resto!
-Bueno, está bien, yo
me encargareeeé... y tú del
resto...¿vale?.
-Vale... -dijo Luis
afirmando con la cabeza.
-¿Alguna duda?
-Sí...¿qué es el
resto?...¿un motor, algo para
pescar, un video musical?
-No idiota, ¡el resto
es ésto!... -dijo Juan mostrándole
una gran lista para comprar.
-¿Podemos empezar
otra vez?
-Bueno, vale, entonces
yá sabes, te encargarás de los
alimentos, de la bebida, de los
salvavidas y de la embarcación...
¿entendido?
-Siiiiií...,¡OoooK!.
Juan dio un
chascarrido con sus dedos para llamar
al camarero que, como ya los conocía
e, intuyendo que lo llamaban para
pedirles el dinero para poder pagar
la consumición, como de costumbre,
se hacía el despistado agarrado a su
escoba y silbando mientras barría
por debajo del mostrador.
-¡Chissss, waiter,
please!....-le dijo Juan al afanoso
camarero.
-¿Qué te pasa en la
boca? -preguntó Luis.
-A mi nada,
analfabeto..., eso es inglés de
Inglaterra.
-¡Andaaaa!...¿y
cuándo lo has aprendido?
-Ayer, en una
película.
-¿Y qué significa?
-Pues...no tengo ni
idea pero..., cuando lo decían,
venía el camarero.
-¿Puedo decirlas
yo?..¡¡Venga...porfa!!
-Está bien...pero
pronúncialas bien eh.
-¡Chisss..., vater,
pisssss!...-dijo Luis-...¡pues no
viene!...será un analfabeto como yo
o, no habrá visto la
película...como yo...
-O será tan idiota
como tú..-añadió Juan.
El camarero les
observaba de reojo e intentaba seguir
haciándose el despistado. Juan se
levantó y con una voz un tanto
elevada le dijo:
-¿Vienes o mando a
Luis a por ti?
Aquellas dulces
palabras le convencieron y acto
seguido acudió rápido a la mesa.
Pero, a aquel camarero
jamás le vieron emocionarse y, en
ese instante...¡lloró de alegría y
emoción!; la cara le cambió como de
la noche al día cuando Juan le
pidió la cuenta y todas la deudas
pendientes para saldarlas.
Tras repartirse el
dinero, salieron del bar y cada uno
tomó una dirección distinta. Luis
se fue hacia la izquierda y con un
rotulador, mientras caminaba por la
acera, iba tachando en su lista...
-¿Comida?... eso
luego, en el bar, ¿bebidas?... en
"casa Tonica",
...¿embarcación?..., eso sí, eso
ahorita mismo.
Luis se echó mano al
bolsillo y sacó un gran fajo de
billetes y al contemplarlos,
solamente pudo decir...
-¡Buaff, qué pasada!
-y es que no estaba acostumbrado a
tener tanto dinero; siempre iba más
estirado que el pellejo de un tambor.
Pero, al pasar por
unos recreativos, frenó en seco,
miró através de los cristales el
interior del local y se convenció a
entrar a echarse unas partidillas al
billar yá que aún le sobraba
bastante tiempo.
Al cabo de trés
horas, trece minutos y quince
segundos, salió de aquellos
recreativos, se echó de nuevo la
mano al bolsillo y tan sólo pudo
encontrar la lista de la compra y un
par de billetes; ¡lo haba perdido
todo y aún no había comprado nada!.
-¿y ahora qué
hago?...!Juan me va a matar cuando se
entere!
Mientras tanto, Juan,
ya lo tenía todo comprado y
repartido en varias bolsas de
plástico; tan solo unos pequeños
detalles y descansar bastante hasta
la hora de la partida: iba a ser
bastante dura la aventura y debía de
almacenar las suficientes fuerzas.
Capítulo IV
El REMO-TOR, el chapuzón y centrifugado
- Juan seguía esperando
junto al mar. Se levantaba, daba
varias vueltas alrededor de una
piedra, miraba de nuevo el reloj de
su muñeca y volvía a sentarse...
- -¡Siempre igual,
siempre llega tarde a todas las
partes!...¡es increíble este tío,
ya lleva tres horas de retraso...,
cuando lo coja se va enterar!
Una sombra surgió a
lo lejos. Evidentemente, era él,
Luis. Su figura era eso, su figura,
única. Venía corriendo, cargado de
bolsas y con algo que se asemejaba a
un bote de goma sobre la cabeza.
-¡Has tardado un poco
poco, eh! -le dijo Juan en tono
irónico y señalándole el reloj de
la muñeca.
-Sí, es que he tenido
un pequeño problemilla en el
autobús...
-¿Qué te ha pasado?
-Pues... -se explicaba
Luis mientras iba dejando la carga
sobre la arena-,...resulta que ésta
embarcación se infla
automáticamente apretando un
pequeño botoncito y, en el autobús,
cuando venía hacia aquí, algún
graciosillo lo apretó y al no
poderse desinflar, pues no he podido
salir de él teniéndo que ir hasta
el final del trayecto y, desde allí
hasta aquí a pata,...¡¡casi tres
kilómetros!!.
-Bueno, bueno,
bueno... -decía Juan mientras giraba
entorno a aquel bote para
examinarlo-...¿tú crees que
aguantará? ¿no parece muy poco
viejo?.
-¡Pues claro que sí
aguanta, hombre!, además, el que me
lo vendió, me ha dado su palabra de
que si se pincha en alta mar, se lo
llevemos, que él nos devolverá el
dinero...¿es para fiarse, o no?.
-¡Pero mira que eres
inocente!, ...osea...¡¡si pinchamos
en alta mar!!...jeje...¿no sabes que
es imposible pinchar en alta mar?
-¿Por qué?
-Porque no hay piedras
ni chinchetas, burro.
-¡Anda, pues me
quitas un peso de encima!.
Juan no estaba muy
seguro de salir en aquella chapuza;
aquel bote además de ser bastante
viejo, tenía parches a diestro y
siniestro. Era igualito a los que se
pueden ver en los contenedores de
basura tras la temporada de verano.
-¿Y el motor?
-preguntó Juan buscando entre las
bolsas.
-Sí, espera, que
ahora viene lo mejor... -Luis metió
la mano en el bolsillo de su chaqueta
y sacó dos tubitos que parecian dos
catalejos, les dió un pequeño golpe
y aquellos tubitos se alargaron. Por
una ranura que tenían ambos en los
extremos metió una especie de plato
de plástico verde.
-¡TADAAAA...!
-exclamó Luis a la vez que daba un
saltito.
-¿Y eso qué es?
-pregunto Juan sorprendido.
-¿Esto?...pues que va
a ser...¡¡¡el motor y los
remos!!!, creo que lo llaman el
REMO-TOR
-¡Jajaja!....¿Y con
esto vamos a lanzarnos a la aventura?
-preguntó Juan riéndose...
-Si, si, tu riete,
jeje, pero vas a ver la
"hartá" que nos vamos a
dar de pescar...
-Bien, vale,...¿qué
has traído para comer?.
-Pues...un bocata de
calamares y otro de atún para cada
uno. Están aquí, en esta bolsa...
-No sé si me
apetecerá mucho comerlos en medio de
tanta agua...¿no crees?...comer
pescado en mitad del océano...no
sé, no sé...
Trás introducir todos
los trastos en el interior de aquel
bote, lo agarraron por ambos lados y
se encaminaron hacia el mar.
Alcanzados no más de
medio metro de profundidad, lo
dejaron flotar sobre el agua. Uno de
ellos debía empujar el bote desde el
agua mientras que el otro debía de
ayudar con los remos desde arriba.
Luis, al ser más alto que Juan,
decidió ser él quien lo empujara
desde el agua.
-Sube tú y rema,...
mientras, yo te empujo.
Juan se subió al bote
armándose con un remo en cada mano
mientras Luis iba empujándole por
detrás haciéndo deslizar el bote
bastante rápido en aquellas
tranquilas aguas.
-¡Sube, sube ahora
Luis! -gritó Juan-, ¡sube que yá
hay suficiente profundidad para poder
remar!
-¡Ya voy pero tú ten
cuidado con las olas!
-¡No te preocupes, lo
tengo todo bajo control!
Luis intentó subirse
al bote pero las paredes de plástico
estaban resbaladizas y le hacían
caer una y otra vez...
-¡¡no puedo
subir...me resbalo con la goma!!
-¡Che, pero qué
inútil eres! -le dijo Juan mientras
intentaba mantener el equilibrio en
el bote...-¡toma, cógete de esta
punta del remo que yo te aguanto por
esta otra!
-¡vale! -le contestó
Luis que tomó la punta del remo.
-A la de tres estiras,
¿vale? -dijo Juan.
-¡afirmativo!
A la una ... a las dos
... y a la de....¡¡PLOOFF!!.
Fue tal el impulso de
Luis que en vez de subir él, el que
bajó fue Juan y con tan mala fortuna
que un pie se le enganchó en la
bolsa de la comida. Tanto la bolsa
como Juan y su pie fueron a parar al
fondo del mar. El chapuzón fue de
aupa...
-¿Eres tonto o qué?
-preguntó Juan un tanto enfadadillo
y remojado...
-¿Yooo...por qué?
-¡Te dije que
estirases a la de tres y no antes,
idiota!...
-¡vale hombre
vale,...un fallo lo tiene cualquiera
eeeh!
Dada la profundidad
del mar; tan sólo les llegaba el
agua por la cintura; sólo fue un
simple susto. Decidieron, para evitar
males mayores, subirse los dos a la
vez en la misma orilla e ir empujando
con la ayuda de los remos, al estilo
gondolero, hasta llegar a una
profundidad que les permitiera
remar...
-Por curiosidad, -dijo
Luis-, ¿te puedo hacer una
preguntita?
-¿Qué quieres?
-¿Tu sabes ... remar?
-Yo no, -respondió
rápido Juan-,..¿y tú?
-Yo tampoco..., pero
creo que no será muy dificil,
además, he visto casi todos los
documentales de "Jaques
Cousteau"...¿creés que ya se
podrá remar?
-¡vamos a ver qué
tal!
Cogieron un remo cada
uno, los clavaron en el agua y
comenzaron a remar pero, aquel bote,
empezó a dar vueltas y más vueltas
de una forma alocada...
-¡¡Para, para, para,
paraaaaa...!! -gritaba Juan mientras
se agarraba de ambos lados del bote
para evitar caer por la velocidad
angular...
-¡Soooooooo
caballioooo!
-Me late que no lo
estamos haciéndo bien...-dijo Juan.
Parecía como si les hubiésen metido
en una lavadora con el centrifugado
puesto; vueltas y más vueltas...-¡A
ver Luis, consulta el manual!...
-¡ay sí, el
manual!...¿y por dónde lo busco
Juan?
-Por dónde va a
ser...¡por la "re" de
remar tonto!...
-A ver, a
ver,...re...retales, re...renacuajos,
re...remar, ¡ya lo tengo!, remar...y
dice: "...cogiéndose el remo o
remos por la parte MAS FINA,
empújese la pala en el MISMO sentido
al avance de la embarcación y cada
remo en sentido CONTRARIO de cada
lado."...¡está claro...tú
pallá y yo pacá!... Esta vez el
bote comenzó a navegar mar a dentro
grácias a las intrucciones del
manual pero no exáctamente en línea
recta, sino más bien en zig-zag; a
la que remaba Luis el bote iba hacia
la derecha y, en el turno de Juan,
hacia la izquierda... -¿Sabes a qué
me recuerda este movimiento Juan?
-Pues no... -¡Al
trasero de tu novia, jeje!...
-jeje.. graciosillo el
nene, eh!...
-Si...jeje...
-Pues menos gracias,
que esto es serio. Encárgate de las
referencias...
-¿Referencias?
-Si, referencias,
referencias...¡vuelve a mirar en el
manual, a ver poco a poco aprendes
algo!
-A ver, a
ver...¡aquí
está!..."Referencias: puntos
terrestres inmóviles cuya unión
indican o señalan un punto concreto
en el mar. Tómesen como mínimo tres
o más....", ¡está claro!
-¿seguro?...mira que
luego tendremos que volver a
tierra...
-No te preocupes Juan,
tranquilo....
-
-
Capítulo V
El "Jack el estripador" de los gusanos.
- Pasadas varias horas
de navegación, si se puede llamar
navegación aquel movimiento,
consiguieron a base de un gran
esfuerzo físico, alejarse de la
orilla varios centenares de metros.
Luis no cesó de tomar referencias;
folios y folios de referencias. El
ruido del REMO-TOR dejó de sonar y
una calma tremenda surgió de la
nada. El sol calentaba a máxima
potencia y allí estaban ese par de
viejos lobos marinos rodeados por
centenares de litros de agua.
-Aquí nos
quedamos...¿te parece bien Luis?
-Bien, vale...¿echo
el ancla?
-Sí sí, mientras yo
sacaré los cucos.
-¿Cucos?...¿y
"ezo que e"?
-Los gusanos, las
lombrices, el cebo de pesca. Ayer
tuve que estudiar bien a fondo el
manual para elegir el cebo
adecuado...hay bastantes clases.
-A ver, dejamelos
ver...-dijo Luis acercándose a Juan.
-Toma, mira este...
-¡qué cucos!
jeje...¿y de qué clase son?
-Eso depende desde
dónde proceda, del lugar de donde
los traen...mira, estos son de playa,
estos son del norte, estos son de
beta y...¡mira estos!
-¡¡¡Uagggg, qué
asco...qué feos son los condenaos!!!
-No son para
presentarlos en un concurso de
belleza, sabes.
Mientras Luis se
entretenía observando el gracioso
movimiento de un gusano sobre la
palma de su mano, Juan leía en el
manual la forma correcta de colocar
el gusano en el anzuelo. Primero
debía de atravesarle una fina aguja
para luego pasarlo al
anzuelo...parecía sencillo.
-¡Oye Luis, observa
que dominio!
Juan se giró hacia
Luis para observarle y vio como
llevaba cogido con dos dedos de su
mano a uno de los gusano y con la
otra mano la aguja que la acercaba al
gusano poco a poco. Tenía que
traspasarlo a lo largo, como un
calcetín. Las mirabas de Juan y
Luis, de Luis y el gusano y, del
gusano y Juan se cruzaban, la tarea
empezó a complicarse a Juan ya que
aquel gusano empezó a moverse de una
forma alocada...¿cualquiera no,
verdad?
-¿Qué haces?
-preguntó Luis algo contrariado.
-Tú mira y aprende...
La afilada aguja
comenzó a penetrar aquel gusano por
la boca. Un líquido verdoso y
asqueroso salía por la otra punta de
la aguja. Luis miraba a Juan con un
rostro mezcla de asombro y pánico;
no podía creer que su íntimo amigo
fuese tan..., tan..., tan bestia y
asesino. Cogió uno de los remos con
ambas manos con animo de defenderse y
arrimó a uno de los lados del bote,
el más alejado, gritando con
indignación...
-¡¡asesino, eres un
asesino...te voy a denunciar a la
sociedad protectora de animales y
bichos!!
¡¡¡asesino...gusanocida!!!
Juan, con las manos
manchadas por aquel liquido verdoso
que despedía el yá difunto gusano,
no comprendía la reacción de su
amigo e intentaba explicarle...
-Pero Luis...si...si
es lo que pone en el manual y en la
caja, mira...
Al acercarse Juan para
enseñarle el manual, Luis, con el
remo por arma entre las dos manos, no
veía ya a su amigo en aquella
persona, veía a un asesino,
"Jack el destripador" era
un tierno corderito en comparación a
Juan, -debe de haberle afectado el
calor-, pensaba Luis que, con un giro
rápido de cintura, le propinó un
golpe seco a la mano con la que Juan
sujetaba la bolsa de los gusanos...
-¡ni manual, ni
leches...! ¡¡¡toma!!!...
-¿Qué haces, estás
loco o qué? -le preguntó Juan
cogiéndose con la mano sana la que
había sido golpeada...
A causa de aquel golpe
los gusanos fueron despedidos un par
de metros del bote y, al tomar
contacto con el agua, salieron
apresuradamente de sus incomodos
aposentos...
-¡¡libre, libres!!
-coreaban y gritaban mientras huían,
aplaudiendo a la vez a Luis por su
buena acción.
-¿Y ahora
qué?...¡sin comida, sin gusanos,
sin nada! ¿qué hacemos? -le
preguntó Juan reprochándole la
acción a Luis.
-Ahora...pues a tomar
el sol.
-¿a tomar el
sol?...¡a tomar por el...!, menos
mal que aun me queda el gusano de la
aguja.
Juan colocó, según
el manual, el gusano en el anzuelo
pero, en esta ocasión, casi a
escondidas de Luis, y lo lanzó al
mar. Esperaba al menos no irse con la
saca vacía, cosa que según el
manual era hacer una
"Porra".
Capítulo VI
RA-DI-O-E-MI-SOR
- Pasaba el tiempo en
silencio, solamente se oía el
chap-chap de las olas
golpeando suavemente los lados del
bote. Juan tenía la mirada fija en
la punta de la caña, sujetándola
con ambas manos. Seguía esperando
que algún animal marino despistado
mordiese en el anzuelo.
-¿Has traído la
radio? -preguntó Juan.
-Afirmativo ...
-respondió Luis desde el otro lado
del bote.
-Pues enciéndela y
pon el canal 33, el de los
pescadores, por lo menos nos
distraerá un poco...
-¿El canal 33?
-Sí, sí, el 33.
-Pues ... me parece
que va a ser un poco dificilillo
¿sabes? -dijo Luis con la radio en
las manos.
-¿Y eso por qué?
-Porque con esta radio
solo se coge a laencanna
y con dificultades...
-A ver, déjame que la
vea...
Luis se le acercó
para dejarle examinar la radio a
Juan, que no apartaba su mirada de la
punta de la caña.
- Aquel aparato era una
radio normal, eso si, bastante vieja
y con cables que se asomaban al
exterior. La antena era un viejo
trozo de alambre retorcido y negro
por el óxido.
- -Pero... ¿qué radio
has traído inútil? -preguntó Juan
tras examinarla.
-La la la... la de mi
novia Ernestita -respondió Luis con
voz temblorosa y recelosa por la
posible reacción de Juan; no hacía
mucho que había visto como había
sido capaz de traspasar una aguja en
aquel inocente gusanito que ahora
estaba en un solitario anzuelo bajo
el agua. -¿Sería capaz de hacerme
algo semejante a mí, a su amigo?
-pensaba Luis.
-¿Ernestita? ... ¡a
ti si te voy a dar Ernestita! ¡en la
lista te puse bien clarito que
trajeras un
radioemisor!¡¡RA-DI-O-E-MI-SOR!! -
grito Juan mientras le devolvía el
aparato de malos modos a Luis.
-Bueno, bueno,...¡que un fallo lo
tiene cualquiera, eh!, además, no
sé con quién ibas a hablar aquí...
-No se trata de hablar o de no
hablar, se trata de que lo pone en el
manual y si lo pone será por algo,
¿o no?. Esperemos no lamentarnos de
ello, de todas formas podrías poner
algo de música, por lo menos...
Luis pulsó el interruptor de
encendido, -CLIC-, pero la radio
permanecía en el más absoluto
silencio, -¿qué pasa aquí?- se
preguntó Luis. Movía el dial hacia
arriba, hacia abajo; giraba la vieja
antena hacia la derecha, hacia la
izquierda, abajo, arriba. Intentaba
coger la onda, la onda herziana no la
onda marina. ¿Dónde estará la
onda?. Nadie lo sabía pero Luis
seguía intentándolo. Incluso tocaba
con la puntita de la antena el agua
del mar para ver si así, la
transmisión, resultaba más fácil
pero sin éxito...
-Esto no pita Juan.
-Le faltaran pilas, ¿no?, -le
contestó Juan que seguía sujetando
la caña con ambas manos, sentado en
el suelo del bote y con las piernas
cruzadas al estilo del mejor indio
Cheroky.
Luis se acercó el aparato de radio
al oído balanceándolo, y a su
yunque, a su martillo y a su trompa
de no sé quién llegó un
"CLANC-CLANC", como cuando
un líquido golpea las paredes
metálicas de un depósito.
Luis parecía tenerlo claro...
Pues parece que tiene el depósito
lleno de combustible.
-¿combustible? -preguntó Juan
extrañado- ¡pero si va a pilas!. A
ver, trae...
Juan dejó la caña y estiró el
brazo para que Luis le acercara la
radio. Abrió el compartimiento donde
debían de alojarse la pilas y, un
chorrito de agua sucia de óxido a
presión le llegó hasta su cara.
-¡con que combustible, eh!
-Pues... pues yo oía un
CLANC-CLANC...
Juan, con la cara oxidada y el
aparato de radio en la mano, la que
tenía aún las secuelas del remazo
que le propinó su amigo, tomó un
ligero impulso y lo lanzó a gran
velocidad hacia el rostro de Luis...
-¡Toma, ésto por el remazo de
antes! -dijo Juan al mismo tiempo que
lo lanzaba.
Pero Luis, con un estilo pujilístico
depurado, con un simple giro de
caderas y de una forma increíble,
esquivó el artefacto, el cual fue a
parar a las aguas marinas.
- Al tomar contacto con
el agua pareció escucharse del
interior del aparato; "laencanna
de día, laencanna de noche",
seguido de un glub-glub, señal de
que se ahogaba, se ahogaba y... ¡se
ahogó!
CONTINUARÁ----------------------------------------------------
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